Alice estaba aburrida. Desde que se había levantado no
había hecho otra cosa más que pensar en qué le faltaba a su mundo para que se
abriera el portal. Había empezado sentada en el sofá de la biblioteca mirando
el cuaderno con detenimiento; al rato, empezó a dar pataditas impacientes en el
suelo, más tarde ya estaba tumbada en el sofá con los pies sobre el espaldar mientras
Yuki jugueteaba con su cabello, que caía casi hasta el suelo. Al final Alice había
terminado rodando por el suelo con cara de fastidio, como una niña pequeña y el
cuaderno abandonado entre los cojines del sofá. Se le había acabado la
paciencia.
Cansada de rodar, decidió ir a dar una vuelta por la
ciudad, ese día se celebraba una fiesta, seguro que había buen ambiente por allí.
Se levantó del suelo y se fue, no sin antes cambiarse de ropa y pasar un rato quitándose
las pelusas del pelo que había conseguido en su paseo por el suelo.
Como otras veces, tuvo que coger un autobús para llegar
a la ciudad. Durante el trayecto se entretuvo mirando a las personas que
viajaban con ella e intentando imaginar de dónde venían, a dónde iban, en qué
pensaban, cuáles eran sus historias… Estuvo todo el camino sumida en sus
pensamientos.
<<Detrás de cada persona hay una historia
diferente, una personalidad única… sería interesante conocerlas a todas, saber
qué piensan o qué desean ¿Quién sabe si no hay alguien en este mismo autobús
intentando crear un mundo, igual que yo? Aunque eso nunca lo sabré. Es curioso,
cada persona sigue un camino diferente, pero por unos minutos nuestros caminos
se cruzan, compartimos el mismo espacio durante un rato para ir a un mismo
sitio, pero luego nos separamos para no volver a vernos más… o quizás sí>>
El autobús se detuvo y Alice se dio cuenta de que ya
habían llegado. Se bajó de autobús y se dirigió al parque, siempre le gustaba
pasear por allí.
Ya casi era hora de comer, compró un trozo de pizza en
un quiosco y se sentó en un banco a comérsela. En un banco en frente de ella
había un hombre de unos cuarenta o cincuenta años, vestido con chaqueta y
corbata, estaba leyendo un periódico. Al rato se levantó, dejó el periódico en
una papelera y se alejó con las manos en los bolsillos. Alice advirtió que
había dejado algo en el banco. Terminó el último bocado de pizza y se acercó al
banco, entonces descubrió que se trataba de una cartera. La abrió por
curiosidad, había bastante dinero dentro. Nunca le había llamado la atención el
dinero, quizás porque sus padres eran millonarios y nunca le había dado mucho
valor. Miró al hombre y fue corriendo hacia él.
-¡Eh, eh! – Gritó para llamar su atención.
El hombre se volvió y Alice le tendió la cartera.
-Te has dejado esto en el banco.
El hombre pareció sorprendido, rápidamente se llevó la
mano al bolsillo trasero del pantalón.
-Oh, ¡Es verdad! – Dijo cogiendo la cartera – ¡Muchas
gracias, de verdad! Uf, menos mal ¡Gracias!
-No es nada.
-¿Cómo te lo puedo agradecer? – Preguntó, algo
comprometido, luego pareció acordarse de algo y rebuscó en su bolsillo buscando
algo sin éxito -¿Te gusta el arte?
-¿Eh? Sí… ¿Por qué?
- Toma esto – Dijo el hombre abriendo la cartera y
sacando un pequeño billete rojo – Soy el director de un pequeño museo que hay
aquí cerca, hace apenas unos días lo abrimos por primera vez al público, quizás
te interese venir. Abre a las cinco.
Alice cogió el billete y lo miró.
-Gracias.
-Bueno, tengo mucho que preparar, espero verte por allí
– Dijo agitando la mano a modo de despedida, luego dio media vuelta y se
marchó.
-Ya tengo algo que hacer esta tarde – Dijo Alice para
ella misma mientras guardaba el billete en el bolsillo de sus vaqueros.
Esperó a que llegase la hora mientras paseaba por una
calle llena de tiendas, aunque no encontró nada de su estilo. A las cinco menos
unos minutos se dirigió al museo, la dirección estaba escrita en el billete. Era
un edificio antiguo muy bonito, aunque no era demasiado grande. Había bastante
gente esperando en la puerta.
A las cinco abrieron unas enormes puertas de cristal y
la gente empezó a entrar. Alice esperó a que entrara primero todo el gentío,
cuando todo se quedó un poco más tranquilo, se dirigió a la puerta. Para entrar
había que introducir el billete en unas máquinas, pulsar un botón y esperar a
que una barra se levantase para poder pasar. Había siete máquinas, en todas
había gente haciendo cola menos en la última de la derecha, a la que Alice se
dirigió. Introdujo el billete por una ranura y pulsó el botón rojo, pero
parecía estar atascado, el billete volvió a salir por la ranura.
-¡Eh, tú! – Dijo alguien tras ella, sobresaltándola.
Alice miró hacia atrás. Un portero alto y delgado la
estaba llamando, parecía nervioso.
-Esa entrada está estropeada, pasa por allí – Dijo el
guarda señalando hacia la gente.
Alice obedeció, tuvo que guardar cola para entrar. Una
vez dentro les hicieron esperar en una sala con cómodos sillones rojos. El
edificio era moderno por dentro. Al rato apareció el hombre del parque quien,
al ver a Alice le guiñó un ojo.
-Hola, señoras y caballeros, bienvenidos al museo de
arte Galic. Yo, director del museo, os guiaré durante la visita e iré
informando sobre algunas de nuestras piezas. Esperamos que disfruten de la
visita. Por favor, seguidme– Dijo caminando hacia una gran puerta de madera. La
gente se levantó y lo siguió.
La visita transcurrió sin incidentes, el museo estaba
lleno de estatuas, cuadros y joyas, todo muy bonito y diferente a los objetos
de otros museos que Alice había visto antes. El director iba explicando la
historia de cada objeto, era muy interesante. Finalmente, se detuvieron delante
de la puerta de una última sala.
-Y por último, os voy a mostrar la pieza del museo de la
que más orgulloso estoy, el Sentimiento
Oculto. Pasad por aquí.
La habitación no era muy grande pero estaba ocupada por
un solo objeto, protegido tras una urna de grueso cristal que terminaba en el
techo. Alice se quedó maravillada al verla, era una joya tridimensional
preciosa, muy brillante, hecha de una especie de cristal azul, tenía un diseño
complicado… especial.
-Es realmente bonita, ¿verdad? Fue encontrada hace poco
en las ruinas de una pequeña aldea, cerca de aquí. Lo más asombroso es que esa
aldea fue destruida hace años por un bombardeo durante una batalla, sin
embargo, esta joya quedó intacta. Está hecha de un material muy resistente,
capaz de aguantar incluso las bombas. El hecho de que esté protegida es sólo
una medida antirrobo, porque no es que se pueda romper fácilmente… os lo voy a
demostrar.
El director sacó una llave que al parecer llevaba
colgada de una cadena en su cuello y la introdujo en una cerradura que había en
la base de la urna, ésta se elevó lentamente, dejando la brillante joya
desprotegida. El hombre sacó un pequeño martillo plateado de su chaqueta e hizo
ademán de golpear con él la joya.
-No os preocupéis, veréis que no le ocurre
absolutamente nada – Dijo el director y acto seguido, dejó caer el martillo
sobre la pieza.
Un sonido agudo resonó en la sala y justo después, la
joya se resquebrajó y empezó a desmoronarse en pequeños trozos, ante la
sorpresa de todos los presentes, quienes guardaron silencio, creyendo que era
una broma del director, pero entendieron que no lo era al ver que éste
palidecía de un modo preocupante. Poco después, el martilló cayó sonoramente al
suelo y el director se desplomó, inconsciente. Algunos de los presentes se
adelantaron para ayudarle, unos cuantos salieron de la sala en busca de ayuda y
otros, como Alice, se limitaron a mirar, desconcertados.
Pronto llegaron varios empleados del museo a controlar
la situación y asistir al director.
-Señores, la visita ha acabado – Dijo uno de ellos
dirigiéndose a los visitantes – Lamentamos lo sucedido, aún así, esperemos que
hayan disfrutado de su visita… ahora, por favor, rogamos que abandonen el
museo, debemos encargarnos de la situación. Seguidme, por favor – El empleado
salió por la puerta, seguido por el grupo de visitantes. Alice se quedó atrás,
separándose del grupo.
Miró al director, quien había recuperado el conocimiento
y aún seguía sentado en el suelo, pálido. Estaba apoyado en la pared. Alice sentía
pena por él, parecía tan ilusionado al principio…
-Me lo he cargado, me lo he cargado, es imposible, no
puede ser… - Repetía, pasándose un pañuelo por la cara.
-Por favor, relájese – Le decían los empleados mientras
le hacían aire con las manos.
-Es muy extraño – Dijo Alice en voz alta. El director y
los empleados la miraron.
-Por favor, hemos pedido que los visitantes abandonen
el museo – Le digo un empleado, pero Alice hizo caso omiso.
-Ha dicho usted que este objeto resistió un bombardeo
¿No? – Preguntó ella, dirigiéndose al director. Éste asintió – Entonces es muy
extraño que se rompa ahora.
-Yo... tampoco me lo explico… es imposible – Dijo el
hombre.
- La única posible explicación que se me ocurre es que
sea una falsificación – Sugirió Alice.
El director, antes apoyado en la pared se irguió.
-Pero, ¡eso es imposible! Yo tengo la única llave que
abre la urna ¡Siempre la llevo conmigo! No… no puede ser, está hecha de cristal
blindado, además, el Sentimiento está
sujeto a la base mediante un mecanismo muy complejo, que sólo se puede
desbloquear con la mano ¡Y sólo yo tengo la llave para acceder a él!
Alice no dijo nada, se limitó a pasear alrededor de la
urna abierta, estudiando las posibles maneras de burlar la seguridad. Aún quedaba sujeta a la base parte de la
joya, agrietada. En la parte de atrás del pedestal se podía distinguir una
pequeña puerta camuflada con una cerradura. No tenía signos de haber sido
forzada. Alice miró al suelo. Lo tenía. Dos de las tablas de madera que cubrían
el suelo justo bajo el pedestal parecían despegadas. Alice introdujo las uñas
entre las juntas y retiró una de las tablas. Además de mucho polvo, un agujero
que llegaba hasta el interior de la urna, justo debajo de la pequeña puerta.
Introdujo el brazo con cierta dificultad, era muy estrecho; palpó el interior
del pedestal hasta encontrar el mecanismo que mantenía el objeto sujeto a la
base. Se podía desbloquear perfectamente.
-Creo que he encontrado algo – Anunció Alice.
Los vigilantes y el director, que no le habían prestado
atención en todo el rato se acercaron y pusieron cara de asombro.
-¡Tenías razón! – Exclamó el director, aliviado de
saber que él no había roto el verdadero tesoro – Pero una vez que ya no estaba
sujeto, ¿Cómo lo sacaron de la urna?
Alice suspiró y señaló al techo, la urna no tenía
cubierta, las paredes lindaban con el techo.
-Una vez libre el objeto, sólo habría que subir al piso
de arriba, despegar las tablas del suelo, volver a agujerearlo, levantar con
cuidado la plancha de falso techo que hay encima de la urna y enganchar el
objeto desde arriba. Luego dejar el tesoro falso en su lugar, colocar la
plancha del techo en su sitio y volver a bajar para bloquear el mecanismo. Y
creo que todo habría salido bien si se hubieran acordado de pegar las tablas
del suelo.
-¡Asombroso!
¡Magnífico muchacha! – El director se volvió – Luis, ¿puedes ir arriba a
comprobar el suelo? Luego llama a la policía, por favor.
-Claro.
-Pero, ¿Quién puede haberlo robado? – El director
parecía preocupado de nuevo – Ayer hice lo mismo y no se rompió ¡Tenía que ser
el verdadero! ¿¡Dónde estará!?
- Creo que eso también lo sé.
-¡¿Eh!? ¿¡Dónde!?
-Mira en las máquinas de los tickets, en la entrada…
hay una que supuestamente está rota.
El director salió corriendo de la sala, Alice lo
siguió. Ya en la entrada, el hombre se plantó delante de la máquina estropeada,
abrió con una llave el cajetín que tenía en la parte posterior y rebuscó dentro
unos segundos. El guardia de la puerta no dejaba de mirarlo.
-¡¡¡La leche!!! ¡¡¡Está aquí!!! – Gritó el director
irguiéndose y sosteniendo en sus manos la joya azul - ¡¡¡No me lo puedo creer!!!
– Enseguida se volvió hacia Alice – ¡¡Muchas gracias!! ¡Creo que fue un milagro
encontrarme contigo esta mañana!
-No es para tanto – Dijo Alice sonriendo, luego señaló
al Sentimiento, como lo había llamado
el director - ¿Puedo cogerlo un momento?
-¡Claro que sí!
Alice lo observó detenidamente, parecía tan misterioso…
-¿Por qué se llama…Sentimiento
Oculto? – Preguntó Alice llena de curiosidad por aquel peculiar nombre.
- Según algunos antiguos escritos, el autor quiso…
representar un sentimiento mediante dibujos y formas, no se sabe aún cuál
representa, pero sin duda, uno agradable. Mucha gente cree que es imposible
representar un sentimiento… pero yo creo que sí es posible ¿Qué piensas tú?
Alice no dijo nada, la última pieza del rompecabezas
terminó de encajar en su cabeza ¡Claro! El hombre le acababa de dar la pista
que le faltaba: Representar un sentimiento. Sólo le faltaba eso para completar
el símbolo que abría el portal de su mundo. Sonrió.
-Creo que sí es posible – Dijo, devolviéndole el valioso objeto al director, luego se
miró el reloj – Tengo que irme, voy a perder el autobús – Se encaminó hacia la
puerta.
- ¡Espera, muchacha! ¿Cómo te llamas? ¿Dónde vives?
¿Cómo puedo agradecerte…?
Alice se volvió.
-Ya lo has hecho, muchas gracias – Le obsequió con una
radiante sonrisa-Ah, y… yo en tu lugar mejoraría las medidas de seguridad, son
un poco cutres y despediría al guardia de seguridad– Dijo, mirando al guardia,
quien al oírlo salió corriendo por una de las puertas de salida ante las
estupefacción del director.
-¡¡Eh!! – Gritó – Bah, da igual, lo tengo localizado.
-¡Adiós! – Se despidió Alice antes de desaparecer por
la puerta de salida.
-¡¡No, espera!!
El director salió también a la calle llena de gente en
busca de Alice, pero ya no la vio, y nunca más la volvería a ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario