Ésta es la primera historia “larga” que he podido terminar, porque normalmente se quedan a medias, así que esto ya es un logro para mí -^.^-

Antes de empezar, me gustaría avisar de que No es una historia realista :P no concibo una historia sin fantasía! (Para realidad, ya tengo mi vida :3 creo que una historia sirve para evadirse, vivir aventuras que no puedes vivir en la vida real).

En nada se parece a las grandes historias que tanto me gustan, es sólo un intento de imitación, pero he hecho lo que he podido, quizás pueda mejorarla más adelante…

Me hubiera gustado crear un cómic o algo así, pero no me he atrevido (Sobre todo porque así había más posibilidades de que se quedara a medias), por eso le iré añadiendo dibujos. Así es como yo me he imaginado a los personajes y los lugares, pero cada uno es libre darle el aspecto que quiera, claro.

En fin, espero que os guste (dentro de lo que cabe... jeje)

Adelante! -^.^-

jueves, 23 de agosto de 2012

Capítulo 12. "Ven conmigo"


Él la miraba asustado, con los ojos muy abiertos, clavados la katana que llevaba en la mano. Alice se acercó a la cama. ¿Tenía que despertarse ahora? Qué oportuno.

-David…

Pero él se echó hacia atrás.

-No te acerques, no me toques. ¿Qu- qué demonios haces aquí con eso? – Dijo señalando la espada que Alice empuñaba.

Ella se agachó y la dejó en el suelo.

-No es lo que parece, de verdad – Dijo suplicante – Un ninja quería matarte, yo sólo…

-¿Un ninja? Alice… creo que deberías ir a un médico ¿No te das cuenta de que esto ya es peligroso?

Las lágrimas comenzaron a emborronar la visión de Alice.

-Es verdad, ayer terminé el… - Dijo ella, con voz temblorosa – No importa, no vas a creerme de todos modos… no confías en mí ¿Verdad?

-Sí, confío en ti, pero…

-¡No lo haces! Te estoy diciendo que todo esto es real, pero no me crees… ¡nunca me creerás! Pero no te preocupes, esta será la última vez que me ves. Me iré para siempre, desapareceré de este mundo, siempre he sobrado en él. Realmente nadie me ha querido aquí… ni siquiera mis padres.

-Alice…

- Por fin os dejaré tranquilos a todos, nadie tendrá que volver a preocuparse por esta niña loca. Me voy a Iriashi, mi mundo. Y no te preocupes, cuando llegue, buscaré la copia del cuaderno y sellaré la entrada a este mundo para que nadie pueda volver para hacerte daño… sin más que decir, me voy. Imaginad que nunca he existido. Adiós.

Dicho esto, cogió la espada del suelo, se la colgó del cinturón y se encaminó hacia la ventana. Antes de salir, volvió a mirar a David con los ojos llorosos y luego desapareció por allí, dejándole de pie, desconcertado y sin saber qué pensar. Ni siquiera cogió su bicicleta, tenía ganas de correr, correr lejos y no detenerse nunca.

David se asomó a la ventana y la vio alejarse por la calle. Parecía tan segura de lo que estaba diciendo… Pero, no era posible ¿Verdad? Se volvió y paseó la vista por su habitación, sin saber realmente si quería encontrar algún indicio de que lo que decía Alice tuviera algo de cierto o no, sin poder creerse que estuviera dudando de la veracidad de la extraña situación. Unas gotas rojas en el suelo llamaron su atención. Se agachó, sin atreverse a tocarlas. Parecía… ¿Sangre? Mientras las observaba, vio con estupefacción cómo se volvía tinta y luego desaparecía sin dejar rastro.

-¿¡Pero qué…!?

Las palabras de aquel hombre raro que encontró en la plaza resonaron en su cabeza: “Que no hayas visto algo, no quiere decir que no exista”, “hay pocas cosas imposibles en este mundo”, “confía”. ¿Y si lo que Alice decía era cierto? Era una locura, pero…

Se levantó y cogió una chaqueta negra del perchero, se la colocó encima del pijama y luego salió de la casa, con cuidado de no despertar a sus padres. Una vez en la calle, echó a correr como nunca lo había hecho. No sabía que era capaz de correr tan rápido. Cuando algo te importa de verdad, sacas fuerzas de donde sea.

Sólo se dio cuenta de lo cansado que estaba cuando llegó a la gran casa de Alice. Golpeó varias veces la puerta llamándola, pero nadie abrió. Se veía luz dentro, tenía que estar allí. Miró hacia arriba. Alice había entrado en su casa por la ventana, ¿por qué él no?

Era más fácil escalar por la fachada de esa casa. Estaba hecha de piedra antigua y tenía muchas muescas en la roca. Llegó hasta la ventana del cuarto de Alice, que estaba abierta y entró, pero la puerta que daba a la biblioteca estaba cerrada. Volvió a salir y escaló hasta otra ventana del segundo piso, no le importó romperla; total, según decía Alice, no volvería a ver más aquella ventana. La habitación en la que entró le resultó familiar, allí fue donde encontró a aquella gata, Yuki, la actual mascota de Alice.

Mientras tanto, Alice, en la biblioteca, abrió una ventana.

-Yuki - dijo, mirando a la gata, que estaba sentada sobre el piano –Puedes venir o quedarte, te dejaré abierta la ventana para que entres y salgas cuando quieras. 

Luego tuvo que cortar con la espada la cuerda que mantenía la puerta de su cuarto cerrada para poder llegar hasta el cuaderno. Colocó la mano derecha sobre el símbolo de la portada, cerró los ojos y pronunció en voz alta unas palabras en un idioma desconocido. Poco después, la runa comenzó a brillar y el cuaderno se abrió solo, como si un fuerte viento pasara las hojas. Alice se olvidó de todo mientras presenciaba la escena maravillada. El cuaderno quedó abierto por la página en la que había dibujado un arco precioso, Alice alargó la mano y la página pareció transformarse en líquido. Era igual que aquel sueño que tuvo un día en el mirador.


Cuando David entró en la habitación, una fuerte luz inundaba toda la estancia, sólo pudo ver la silueta de Alice desdibujándose poco a poco.

-¡¡¡Alice!!! – Gritó.

Ella pareció volverse, unos segundos antes de desaparecer por completo. David se abalanzó sobre ella, con los brazos abiertos, pero abrazó al aire. Cuando se dio cuenta, ya no había luz ni rastro de Alice. Frente a él, sólo estaba la ventana, el escritorio y el cuaderno abierto. Lo último que vio de ella fueron sus grandes ojos de color verde azulado, sorprendidos al verle allí.

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