Alice corría lo más rápido posible entre la multitud.
Era verdad que iba a perder el autobús si no se daba prisa. Estuvo a punto de
llevarse por delante a un niño pequeño y por poco se cae a una fuente que había
en mitad de la plaza, pero al final llegó a la parada justo cuando el autobús
iba a arrancar; tuvo que gritarle al conductor para que no se fuera sin ella.
Una vez dentro, se sentó en uno de los asientos de atrás. No podía borrar la
sonrisa de su cara, estaba tan contenta…
<<Realmente parezco tonta>> Pensó, mirando
a su alrededor. Nunca entendía por qué la gente estaba tan seria y silenciosa
en los autobuses ¿No era divertido desplazarse a un lugar diferente?
<<Pero me da igual, ¡Qué poco me queda para estar aquí! Aunque… estos
últimos días están siendo interesantes, al final se me va a hacer difícil
abandonar este mundo. Siempre pasa igual, empiezas a pasarlo bien cuando tienes
que irte…>>.
El resto del viaje estuvo pensando en qué haría una vez
que pasara el portal hacia su mundo. Echaría de menos a David y a Judith… pero
seguro que también conocería gente nueva e interesante, y a Ryuzaki.
En cuanto se abrieron las puertas de autobús, Alice dio
un brinco y salió corriendo del autobús directa a su casa. Una vez allí no le
faltó tiempo para ir rápidamente a su cuarto y coger el cuaderno, que tenía
guardado bajo la almohada. Se sentó en su escritorio y colocó el cuaderno
cerrado sobre él. Estuvo un rato observándolo detenidamente.
<<Simbolizar un sentimiento, simbolizar un
sentimiento…>> Repetía Alice en su cabeza.
De repente, cogió un bolígrafo plateado y comenzó a
dibujar algo sobre el símbolo ya escrito sobre la portada del cuaderno. Estaba
“dibujando” la palabra amor, pero sin
letras, mediante una serie de líneas retorneadas que se entrelazaban con las
otras líneas ya existentes, dando lugar a un dibujo complicado… y muy bonito.
Realmente no sabía qué estaba haciendo, sólo se dejaba llevar por su instinto.
Finalmente acabó con un trazo en forma de estrella en el centro del dibujo. En
cuanto terminó, el símbolo completo emitió una luz blanca, que luego se
extinguió.
-¡Lo tengo!, ¡Lo
tengo!, ¡¡Lo tengo!!
Alice se levantó del escritorio y comenzó a dar saltos
de alegría, ante la asustada mirada de Yuki, que descansaba sobre la cama. Se
sentía eufórica, capaz de hacer cualquier cosa.
-¿Y ahora qué? ¿Debería irme ya? ¿Espero unos días?...
¿Debería… avisar a David, al menos? Aunque ya sé que no me creerá… creo que es
mejor no decirle nada, al menos así no nos despediremos enfadados…
Alice salió de la habitación, para dar una última
vuelta por su casa antes de irse, aunque no la dejaría para siempre, en su
mundo había creado otra casa igual a ésa con los mismos objetos, todo igual,
incluso había creado una copia del cuaderno y la había escondido en un lugar
seguro, por si había que cambiar algo, pero aún así… daba un poco de pena. Visitó
todas las habitaciones, incluso aquellas en las que hacía años que no entraba,
fue también al jardín y al invernadero, uno de sus lugares preferidos. Había
diseñado nuevas plantas para el invernadero de su mundo, sería precioso.
Cuando volvió a su cuarto, algo llamó su atención. Había
dejado la puerta cerrada, sin embargo, ahora estaba abierta. Un ruido en la
biblioteca la sobresaltó, era el piano…
-¿Yuki? – Dijo Alice saliendo a la biblioteca y desviando
la vista hacia el piano – ¡¡¡AAAH!!!
Había una persona tocando el piano. Iba vestida de negro,
con una capucha. Al oír a Alice se volvió para mirarla. Ella no sabía decir si
era hombre o mujer, pues llevaba cubierta incluso la cara, sólo se le veían los
ojos, unos ojos muy curiosos; uno era de color azul intenso y el otro, verde
esmeralda, que se clavaron en ella, produciéndole un escalofrío. Iba ataviada
como… ¿un ninja?
-¿¡Quién narices eres!? ¿¡Qué estás haciendo en mi
casa!? – Le dijo Alice una vez que se recuperó del susto.
- He venido a este mundo a cumplir una misión, pero no
he podido evitar entretenerme un rato con esto – Respondió el extraño. Su voz
era la de un hombre joven. Habló en un idioma que no era inglés ni español,
pero Alice lo conocía perfectamente y pudo entenderle sin problemas… lo había
inventado ella.
- ¿Este… mundo? ¿¡Has salido de…!? – Preguntó Alice
señalando al cuaderno, desde allí podía verlo abierto sobre la mesa de su
dormitorio.
-En efecto, pero ya no puedo entretenerme más, tengo
una misión que cumplir– El hombre se levantó y se dirigió a la puerta.
-¡Eh! ¡Espera! – Gritó Alice al ver que se dirigía a la
puerta de la biblioteca - ¿Qué misión? ¡Por lo menos infórmame! ya que sales y
entras a tu antojo por mi mundo y por mi casa…
El hombre la miró.
-Así que tú eres Alice ¿No? Te felicito, tienes a
Ryuzaki loco por ti – Rió – Me ha contratado para acabar con un tal… David. No
aguanta que lo prefieras a él.
Alice estaba desconcertada, no sabía qué hacer. Por un
lado, sintió que sus mejillas se encendían ¿Qué sabía aquel tío sobre sus
sentimientos? Pero no duró mucho, pronto la sangre huyó de su rostro. Quería
acabar con David.
-Pero… ¿¡Estás loco!? ¡¡No puedes hacer eso!! ¡Es… mi
amigo!
-No es nada personal, chica, yo sólo estoy contratado
por Ryuzaki así que, mejor háblalo con él. Me ofrecí a esta misión porque tenía
ganas de ver este mundo, era una buena aventura, aunque… creo que será la
última vez que trabajo para alguien, es mejor hacer las cosas por tu cuenta –
Se encogió de hombros – Pero ya que me va a pagar y me ha salido gratis venir
hasta aquí, no voy a irme sin cumplir mi misión, pobre Ryuzaki ¿No?
-Pero¿¿¡¡Sabes lo que estás diciendo!!?? ¿¡Que lo hable
con él!? ¡¡Lo dices como si fuera un pequeño problema sin importancia!! ¡¡¡Es
la vida de mi amigo!!! – Alice, enfadada caminó hasta colocarse delante del
nombre, con los brazos en jarras. Vio que el extraño llevaba una espada colgada
de la cintura, pero no le hizo el menor caso. Cuando la rabia te controla, ya
no te importa nada. Agarró un paraguas del paragüero que tenía detrás y apuntó
con él al extraño - ¡¡Pues yo te lo voy a impedir!!
Él suspiró resignado y algo divertido.
-¿Eso es un paraguas?- Le dijo a Alice, quien se sintió
un poco ridícula, pero eso era mejor que nada ¿No? - Supongo que no puedo
hacerte daño, o Ryuzaki querrá matarme a mí y no tengo muchas ganas de jaleos…
- Dijo, acercándose más a Alice, quien dio varios pasos hacia atrás, aún con el
paraguas en punta.
El extraño esquivó un paraguazo y le quitó la peculiar
arma de las manos de un rápido movimiento, extendió un brazo y agarró a Alice,
ésta empezó a moverse y a soltar patadas y manotazos en todas direcciones, pero
no consiguió soltarse. El hombre no era especialmente musculoso, pero tenía una
fuerza increíble. La sujetó bajo el brazo, como si fuera un cachorro y caminó
con ella hasta el cuarto de la cama, era humillante. Metió a Alice en el cuarto
de un empujón que la hizo caer al suelo y cerró la puerta. Mientras ella daba
patadas a la puerta desde en otro lado, él cogió una cuerda que llevaba colgada
y ató un extremo fuertemente al pomo y el otro a una ventana para evitar que
Alice pudiera abrir la puerta, luego, salió de la biblioteca como si nada
hubiera pasado.
Alice no sabía qué hacer. Desesperada, se lanzaba
contra la puerta y le daba patadas con todas sus fuerzas, pero sólo consiguió
romper el pomo y hacerse daño. Se sentó en el suelo a punto de llorar.
<<No puedo rendirme y dejar a ese loco suelto por
ahí… si a David le pasa algo, será culpa mía>> Miró el cuaderno, abierto
sobre el escritorio << ¿Y si lo destruyo? No, ha sido mucho trabajo y no
sé si de esa manera desaparecería el ninja… ¡¡Debe haber otro modo!!>>
Paseó la mirada por toda la habitación hasta fijarla en las espadas que había
colgadas en la pared, cerca de la cama <<¿Por qué no? Siempre he tenido
ganas de usarlas…>>.
Se levantó rápidamente y caminó hacia allí. Tuvo que
ponerse de puntillas para poder llegar hasta ellas. Agarró el mandoble, pero en
cuanto lo sacó del soporte, sus brazos no pudieron sostenerlo y cayó al suelo,
rompiendo el parquet, a pesar de que Alice lo tenía agarrado por la empuñadura.
Era demasiado pesado, apenas podía levantarlo.
-¡Porras! ¡Cómo pesa!
Lo soltó y volvió a extender los brazos para coger la
katana. También pesaba un poco, pero era muchísimo más ligera que el mandoble.
Se la sujetó en el cinturón, luego, se subió al escritorio para abrir la
ventana y salir por ella, no había mucha altura hasta el suelo. Saltó al jardín,
era de noche y estaba oscuro, pero la luz de la luna permitía ver. Por suerte,
seguía allí entre los matorrales la bicicleta que nunca utilizaba, un poco
oxidada y cubierta de telarañas. La sacó de allí, se montó y empezó a pedalear
hacia la casa de David tan rápido como las ruedas deshinchadas le permitían. Se
veía un poco cutre, pero era más rápido que ir corriendo.
<<Seguro que el tío ese es muy rápido, pero no
sabe dónde está su casa, le costará un rato buscarla… así tengo algo de
ventaja>> Pensó Alice, mientras pedaleaba bajo la luz de las farolas.
Ya se veía la casa de David a lo lejos. Todo parecía
tranquilo. Alice, jadeando, dejó tirada la bicicleta delante de la puerta del
jardín. Al levantar la vista hacia la ventana del cuarto de David, ahogó una
exclamación. Una sombra negra acababa de entrar por la ventana.
<<Es él>> Alice notaba los rápidos latidos
de su corazón. Reconocía que estaba asustada, en los libros y las películas,
las cosas parecen más fáciles, sin embargo, ni siquiera se lo pensó; saltó la
valla del jardín y trepó hasta subir a un gran árbol, en ese pueblo la gente
acostumbraba a tener árboles grandes en sus jardines, algo que a Alice le vino
de perlas esa noche. Desde allí pudo saltar al tejado y luego descolgarse hasta
la ventana de David. Se coló en la habitación silenciosamente. Estaba muy
oscuro, pero vislumbró la silueta del ninja levantando su espada para luego
dejarla caer sobre David, que yacía plácidamente dormido en su cama.
Alice pudo ver la sorpresa en los azules ojos del ninja
al colisionar su katana con la de ella, provocando un fuerte ruido metálico
cuando estaba a sólo unos centímetros de David.
-Tú… - Dijo, claramente sorprendido.
- Sí, yo. ¿Creías que me iba a quedar de brazos
cruzados esperando a que te cargues a mi amigo? No te lo permitiré. Tú no
puedes hacerme daño, pero nada me impide que yo te lo haga a ti – Dijo Alice
decidida, sorprendiéndose a sí misma. La rabia la dominaba, se lanzó contra él
con su katana en alto. No habría hecho este movimiento, dejando al descubierto
su cuerpo si no tuviera la certeza de que él no le atacaría, no le interesaba
hacerlo.
El hombre encapuchado se hizo a un lado y esquivó el
golpe de Alice, ésta se dio la vuelta rápidamente y volvió de nuevo a la carga con
la espada apuntando directamente a él. El ninja detuvo la estocada con el filo
de su katana, también tenía unos reflejos impresionantes. Con un rápido
movimiento desarmó a Alice, su espada salió volando hacia un rincón de la
habitación. Ella se quedó quieta, desconcertada, con la katana del ninja
rozando su cuello. De pequeña, cuando vivía en Inglaterra, iba a clases de
esgrima y era de las mejores, pero nunca había visto nada igual.
-Si vuelves a entrometerte, te mataré. Que Ryuzaki
quiera acabar conmigo después de hacerlo es sólo una pequeña molestia que, sin
duda, podré solucionar solo – Le dijo el hombre, con su penetrante mirada fija
en ella y sin dejar de apuntarla con la espada.
Pero Alice no hizo el menor caso, lanzó una fuerte
patada a la mano del ninja que empuñaba la espada, ésta, por unos momentos
quedó suspendida en el aire y luego fue a parar a la mano de Alice quien, sin
pensárselo dos veces, la hundió en el vientre del desconcertado ninja. Éste,
con los ojos como platos, miró hacia abajo y luego a Alice, incrédulo. Cayó de
rodillas al suelo y unos segundos después se desplomó.
Alice, pálida y temblorosa, se quedó mirando la escena.
Caminó hacia el rincón para recuperar su espada, no sabía lo que podía pasar,
pero poco después, el hombre empezó a desaparecer, como si su cuerpo perdiera
consistencia, como un holograma… hasta que no quedó nada de él, sólo un charco
de sangre en el suelo, que se ennegreció, transformándose en tinta y después
desapareció también. Alice sabía que nunca se habría atrevido a hacer eso si no
supiera lo que iba a pasar. Si alguien del mundo inventado muere en el mundo
real, sólo vuelve a su mundo original; no ocurre lo mismo al revés.
-¿Alice? – Dijo una voz tras ella.
Alice se volvió. Era David, se había despertado.
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