Alice abrió los ojos. Se dio la vuelta en la cama y
miró el reloj de bonito diseño que había en la mesita. Eran las nueve de la
mañana y no había instituto, ya habían dado las vacaciones de Navidad. Hacía
frío y se quedó un rato más en la cálida cama con las sábanas hasta la nariz.
Desde allí se veían los copos de nieve caer lentamente por la ventana. Hacía ya
días que el pueblo estaba totalmente nevado y seguramente, así sería hasta que
llegara la primavera.
Se levantó de la cama y fue a la cocina donde no
encontró gran cosa para desayunar así que, sin siquiera cambiarse de ropa,
salió con su largo camisón blanco a comprar algunos churros a la cafetería que
había al final de su calle. Las miradas y cuchicheos de la gente era algo que
no le importaba, al fin y al cabo, no influían en nada; cuando lo que pensara
la gente se transformara en flechas asesinas, entonces empezaría a preocuparse.
Después de desayunar, estuvo escribiendo un rato en su
libro, añadiendo a su mundo detalles para hacerlo más hermoso, fijándose en la
nieve que caía tras la ventana o en los miles de destellos que se veían en la
superficie del río, efecto de la luz del sol de la mañana. No aguantó mucho
rato escribiendo, desde el día en que discutió con David, cada vez que abría el
libro se acordaba de aquello y las ganas de seguir escribiendo desaparecían. Al
final terminó haciéndose unos largos en la piscina climatizada. Era agradable
nadar en el agua tibia mientras se veía la nieve caer tras los cristales del
invernadero.
Unas horas después, ya al medio
día, el teléfono sonó mientras Alice leía en la biblioteca, sobresaltándola.
Nunca solían llamar al teléfono.
-¿Quién es? – Dijo Alice al
descolgar el teléfono.
- ¿Alice? – Preguntó una voz de
chica que le resultaba familiar.
-Sí.
-Soy Judith.
-Ah, hola ¿Qué quieres?
- Verás, voy a ir con mis
padres tres días a Madrid, a ver museos y eso, y como me resulta aburrido, he
pensado que podéis venir e ir nosotros al parque de atracciones de Madrid,
dormiremos en un hotel ¿Qué te parece? David viene también.
-¿David?
-Sí, nos lo pasaremos genial.
Alice tardó un poco en
contestar, quería ir, le encantaría ir, hacía tanto tiempo que no salía de
aquel pueblo, pero iba David y eso significaba pasar esos dos días bajo una
atmósfera tensa y molesta, no quería estar así todo el tiempo…
-Sí, iré – Contestó sin darse
cuenta, como si su boca hubiese actuado por su cuenta, luego se arrepintió.
-¡Perfecto!, ven pasado mañana
a mi casa sobre las siete de la mañana, trae todo lo que vayas a necesitar.
-Vale, hasta entonces.
-¡Adiós!
Al colgar el teléfono se llevó
las manos a la cara ¿Qué había hecho? Ahora tendría que aguantar la presión
durante esos dos días. Si David hubiese sido otra persona, habría podido
ignorarlo perfectamente, era lo que llevaba haciendo toda su vida con la gente,
pero él tenía algo especial, de alguna manera, Alice no aguantaba que él la
ignorase más tiempo, tenía que hacer algo. Y no pensaba quedarse sin viaje por
su culpa.
No paró de darle vueltas en toda la tarde,
incluso tardó en conciliar el sueño cuando se acostó por la noche.
Al día siguiente a las diez de
la mañana, Alice estaba en el mirador que había cerca de la casa de David.
Seguramente él quedaría con Judith, como todos los días y para ir a su casa siempre
le gustaba pasar por allí, tarde o temprano lo encontraría.
No se equivocó, al cabo de un
rato, vio a David desde lejos caminando tranquilamente hacia allí con las manos
en los bolsillos de sus pantalones negros. Cuando la reconoció, Alice pudo notar
su sorpresa a pesar de que él no solía mostrar demasiado sus emociones. Él
intentó pasar de largo, pero Alice se le colocó delante, cortándole el paso con
mirada desafiante.
-¿Qué es lo que quieres? –
Preguntó él de mala gana, mirándola con sus serios ojos oscuros.
-Que dejemos ya las tonterías.
David no dijo nada.
-Judith te ha dicho lo del
viaje ¿No? – Preguntó Alice cruzando los brazos – Yo también voy a ir y,
sinceramente, no me lo pasaré bien si seguimos enfadados, me molesta la
atmósfera tensa que hemos tenido estos últimos meses ¿No te parece que ya es
hora de dejarlo? Y no digas que a ti no te molesta porque no me lo creo.
David estaba sorprendido, no
sabía qué decir. Alice era tan directa.
-Bueno… yo… - Ésta vez no pudo
esconder su sorpresa. Luego se puso serio y casi sonrió – Tienes razón, yo
también estoy cansado.
Alice le tendió la mano a David
y él se la estrechó.
-Siento lo que te dije aquel
día – Dijo Alice.
-Yo también.
Nadie dijo nada sobre el
supuesto mundo de Alice.
Después, los dos juntos fueron
a casa de Judith y todos pasaron la mañana entre risas, juegos de mesa y
videoconsolas.
…
Era el día del viaje a Madrid.
Alice se había despertado a las 4 de la mañana cuando aún faltaban horas para
el amanecer. Había estado pensando qué podía ponerse para el viaje, hacía
tiempo que no salía de aquel pueblo y le hacía mucha ilusión, al final se había
decidido por un vestido corto azul con una pequeña capa verde, unas botas
negras, unos calentadores y un gorro a juego. Luego estuvo metiendo algunas
cosas en un bolso, cámara de fotos, algunos cambios de ropa, dinero… y al final
tuvo que pelearse con el bolso para lograr cerrar la cremallera. También le
dejó comida de sobra a Yuki, la gatita blanca que encontró David.
A las siete menos cuarto ya
bajaba corriendo su calle. Se le hacía difícil correr con el bolso a cuestas,
pero estaba demasiado impaciente como para ir andando. El sol estaba saliendo
en ese momento tras las montañas.
En casa de Judith había mucho
ajetreo. No tuvo ni que llamar al timbre. El coche estaba frente a la casa con
el maletero abierto y los padres de Judith entraban y salían con bolsas,
maletas y demás.
-Ah, hola Alice – Le dijo el
padre de Judith que salía de la casa con un mapa en la mano al ver a Alice en
la puerta – Pasa, Judith está en el salón.
Alice se dirigió allí, donde
encontró a Judith sentada en el sofá con pinta de aburrimiento. Judith se
alegró al verla. Estuvieron un rato hablando hasta que llegó David y sus padres
terminaron de dar vueltas.
Un rato después estaban todos
en el coche camino a Madrid. Al principio, estuvieron charlando sobre qué iban
a hacer y en qué atracciones se iban a montar, pero al cabo de un rato el
cansancio pudo con ellos y acabaron durmiendo los tres. Los padres de Judith los
miraban de vez en cuando y se reían.
…
Los días en Madrid pasaron rapidísimo. Los dos primeros
días, Alice, Judith y David estuvieron en el parque de atracciones todo el día
de un lado a otro, probando todas las atracciones y divirtiéndose sin parar.
Alice se lo estaba pasando de maravilla, aunque a veces se sentía un poco
apartada… o quizás era su imaginación; David y Judith hablaban y bromeaban con
ella, la tenían en cuenta, pero…
<<Están siempre tan juntos…>> Estaba
pensando Alice mientras esperaba a que llegase el próximo vagón de la montaña
rusa. David y Judith se habían montado en el anterior, los asientos eran de dos
en dos. De algún modo, sentía algo de envidia <<Supongo que es normal,
llevan juntos mucho tiempo… a mí hace apenas unos meses que me han
conocido>>.
El tercer día estuvieron con los padres de Judith
viendo un musical de La Bella y la Bestia que a todos les gustó mucho.
Durmieron una noche más en el hotel Emperador, en el que habían reservado la
habitación, cerca de la Gran Vía – Judith no había parado de cantar el número del
bloque, planta y habitación para que no se le olvidase << ¡Cinco, cuatro,
cero, nueve!>> ¡Como para quitárselo de la cabeza!- y al día siguiente, tras dar un paseo por
Madrid, volvieron a Galicia. Fue un viaje genial.
…
Nochevieja. Alice estaba de rodillas sobre el sofá de
la biblioteca, mirando ensimismada por la ventana. Todo el pueblo estaba
adornado con luces de colores que parpadeaban por todas partes alegrando la
oscuridad de la noche. Quedaban apenas unos minutos para las campanadas y no
había nadie en la calle. Seguramente todo el mundo estaba en su casa, pasando
los últimos minutos del año con su familia cantando villancicos y todos
contentos. Alice no echaba de menos eso, porque nunca había estado con su
familia en Nochevieja. De pequeña, sus padres siempre habían estado de negocios
y había pasado esa noche con su niñera o algún vecino.
Empezó a sonar el reloj de la plaza con sus
características campanadas que Alice estaba harta de escuchar. Aburrida, se
desplomó en el sofá mirando la tele de plasma que había entre los libros de la
estantería de enfrente. Siempre estaba apagada, y ese día no era una excepción.
Seguro que en todas las cadenas ponía “¡Feliz año nuevo!” o cosas por el
estilo, pero a Alice no le importaba. Miró el cuaderno negro donde estaba
escribiendo “su mundo” que descansaba encima de la mesa. Pronto desaparecería
de ese mundo ¿Qué importaban los años, entonces?
-Feliz año nuevo, Yuki – Dijo Alice en voz baja mirando
a la gata blanca que dormitaba a su lado – Quizás a ti sí que te importe eso.
Yuki hizo un ruidito, como un gemido y siguió
durmiendo. Al rato, Alice también se quedó dormida.
<<¡¡¡DIIIIN DOOON!!!>>
-¿Eh? – Alice se frotó los ojos despacio mientras se
incorporaba.
<<¡¡¡DIIIIN DOOON!!!>>
Era el timbre. Se levantó y fue a abrir la puerta, aún
adormilada. Al hacerlo, el frío consiguió que se despertase del todo y vio a
dos personas conocidas en la puerta.
-¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!! – Gritó Judith – Voy a pasar
¿Vale? Aquí fuera me estoy congelando – Dijo mientras se colaba por la puerta.
Llevaba un vestido corto de terciopelo rojo con los bordes adornados con pelo
blanco a modo Papá Noel y la cabeza cubierta con una capucha del mismo estilo.
La seguía David, vestido con un abrigo negro largo. Alice miró al exterior, había
empezado a nevar. Cerró la puerta y se volvió hacia los visitantes, que iban
cargados de bolsas, advirtió.
-¿Qué hacéis aquí? ¿No deberíais estar con vuestra
familia celebrando el año nuevo? – Preguntó Alice sorprendida.
-Ya lo hemos celebrado, ¡ahora vamos a hacerlo contigo!
– Dijo Judith alegre.
-¿¡Eh!? Pero…
Mientras, David se había quitado el abrigo y lo había
colgado en la percha. Debajo, llevaba una camisa blanca y una corbata azul.
Alice nunca lo había visto vestido tan formalmente.
Judith, cogió las bolsas que David había dejado en el
suelo y salió corriendo en dirección a la biblioteca.
-¿A dónde va esa? – Preguntó Alice a David.
-Anda, vamos – Respondió él sonriendo.
Cuando entraron a la biblioteca, Judith había mudado lo
que había encima de la mesa a la mesilla del teléfono que había en un rincón y
en su lugar, había un mantel blanco con motivos navideños y un plato de
golosinas. Judith seguía sacando cosas de las bolsas y colocándolas encima de
la mesa: Copas, botellas con bebidas de colores, un plato lleno de uvas,
servilletas rojas, velas… etc. Y por si fuera poco, estaba colocando
espumillones de colores por todas partes.
-¿¡Pero qué haces!? – Exclamó Alice sin que nadie le
hiciera caso.
David encendió la tele y ayudó a Judith a colocar
cosas.
-¡Vamos, corre! - Dijo Judith invitando a Alice a que
se sentara en el sofá.
Alice fue hacia
allí y miró la tele. Había una imagen de un reloj a punto de dar las doce. No
entendía nada, ¡Si ya era año nuevo!
-¡Pero si ya han dado las uvas! – Dijo Alice mientras
se sentaba al lado de Judith.
-¡Pero quedan las de Canarias! – Judith rió y le tendió
un racimo de uvas.
Enseguida empezaron a sonar las campanadas y Alice
empezó a comer uvas, pero iban tan rápido que no le daba tiempo a tragar.
Cuando terminaron, Judith miró a Alice.
-¡Feliz año nue…! – Y al ver a Alice con la boca llena
de uvas y cara de compromiso, se echó a reír. Depués se le unió David y más
tarde Alice, cuando pudo.
Para ella estaba siendo la mejor Navidad de su vida.
que bonito el bloG! un besito :D
ResponderEliminarGracias! Me alegro de que te guste n.n
ResponderEliminarUy!! se me ha ido el santo al cielo jaja con tantas cosas que hacer no he podido poner más capítulos :P ahora mismo pongo el siguiente -^.^-