Sonó el despertador. David, sacó el brazo de las
sábanas y lo buscó a tientas, apenas podía abrir los ojos. No había dormido
mucho, se acostó tarde pensando en lo que había ocurrido el primer día de
instituto y en cómo iba a conseguir que Alice le dejara sentarse en su sitio;
no podía rendirse así tan fácilmente, todos tenían que saber que él conseguía
lo que quería, pero no se le ocurrió nada.
Se vistió, desayunó y se fue al instituto, aún
adormilado. Mientras caminaba por la calle seguía dándole vueltas al tema de
Alice y su sitio ¿Cómo iba a recuperar su antiguo lugar?
<<Los enemigos más peligrosos, a veces, son los
amigos… - Empezó a pensar David – es más fácil negarle algo a un enemigo que a
un amigo… quizás pueda ganarme su confianza y cuando crea que somos “amigos”,
le pediré que me devuelva mi sitio…, al menos, ésa es mi debilidad… puedo
hacerme el antipático con las personas con las que no tengo confianza, pero con
los amigos me es imposible, espero que a Alice le ocurra lo mismo>>.
Entró en la clase dispuesto a hablar con Alice. Desde
la puerta, lo primero que hizo fue mirar al fondo, buscando a la chica gótica
pero en su lugar, bueno, sí que estaba Alice pero iba completamente diferente
al día anterior, casi no la reconocía. Se había recogido el pelo en dos coletas
altas, adornadas con pequeños lazos que le daban un aire infantil; su ropa
también había cambiado, ahora llevaba un vestido rosa, cortito y adornado con
volantes. Estaba sentada encima de la mesa leyendo un libro que tenía entre las
manos, como de costumbre.
David se quedó quieto en la puerta, observándola casi
sin darse cuenta. Era tan diferente al resto de los alumnos de la clase…
Alguien le tocó por detrás y David se sobresaltó. Había
llegado el profesor de Biología.
…
Por fin sonó el timbre que indicaba que había llegado
la hora del recreo. David guardó sus libros y sacó el desayuno. Al mirar hacia
la puerta de la clase vio que Alice ya estaba saliendo, resaltaba entre el
resto de la clase. Tenía que hablar con ella para llevar a cabo su “plan”. Se
dirigía a la salida cuando Judith se interpuso en su camino, tan simpática y
enérgica como siempre.
-Eh, David ¿Vamos a la cafetería? Dicen que la han
reformado este año.
-Pues… vale.
Si ella hubiera sido otra persona, le habría dicho
secamente que no, pero Judith era casi su única amiga, le caía muy bien y no
podía hacerse el antipático con ella, así que terminó tomando un refresco
mientras charlaba con Judith en la nueva cafetería de instituto.
-¿Has visto cómo va hoy esa chica, Alice? Es bastante…
rara ¿Verdad? – Preguntó Judith mientras miraba su vaso de Coca Cola.
-Todo el mundo habla de ella, sigo pensando que sólo
quiere llamar la atención. Aunque, de alguna manera, es interesante ¿No? No
todos los días se ve gente así.
-Es verdad – Contestó Judith riendo – Así podemos jugar
a adivinar qué estilo lleva ella cada día.
David rió también.
-Ah, quería decirte que esta tarde voy a hacer un
pastel con mi madre, si quieres venir a pasar el rato y probarlo, estupendo ¿Te
animas?- Preguntó Judith.
-Me gusta la idea, aunque no sé a qué hora iré, nos han
mandado muchos deberes… ¿Vas a estar en tu casa toda la tarde?
-Sí, ven cuando quieras. Bueno, no más tarde de las 9
de la noche – Judith rió de nuevo, era tan alegre… - También podemos jugar al
nuevo Zelda que me he comprado para la Wii.
David asintió.
Terminaron su refresco, dieron una vuelta por el patio
y volvieron a clase otra vez.
Cuando salieron del instituto, David caminó con Judith
hasta la calle en la que tenían que tomar direcciones diferentes para ir a sus
respectivas casas, Judith se despidió y se fue a paso ligero por su calle. Él
se quedó en el cruce, observándola. Cuando iba a mitad de la calle, ella se
volvió y agitó la mano sonriente, David lo hizo también y siguió andando al
frente. Entró en una calle con el suelo de piedra flanqueada de pequeñas
casitas grises, muchas de ellas cubiertas de hiedra, algo típico de aquel
pueblo y el tejado de pizarra muy inclinado, para las nevadas del invierno.
Poco después, las casas daban paso a un pequeño río que cruzaba por allí y el
camino se convertía en un puente de madera, allí ya no había casas, por miedo
al que el río se las llevase en alguna de sus crecidas. Había otro camino más
corto para llegar a su casa pero a David siempre le gustaba pasar por allí, le
gustaba el olor del río, la hierba, los árboles… además, las vistas eran
preciosas, había un mirador más adelante desde donde se podían observar todas
las montañas de alrededor. David se dirigió hacia allí y se extrañó al ver
desde lejos a alguien sentado bajo un árbol que había al lado del mirador,
nadie solía ir por allí. Al acercarse más, descubrió que se trataba de Alice.
<<Ella otra vez, cómo no. Para una vez que
consigo quitármela de la cabeza… bueno, así podré hablar con ella de una
vez>> Pensó David mientras se acercaba.
Se plantó delante de ella, quien levantó la vista de su
libro, pero no dijo nada. Fue David quien habló primero.
-Hola.
-Hola.
-¿Qué haces aquí?
-Leer.
- A mí me gusta leer, pero cuando estoy aquí prefiero
disfrutar de las vistas – Dijo él sentándose en la hierba al lado de Alice.
-¿Qué quieres?
-Mira, creo que ayer empezamos mal… sólo quiero hablar
contigo un rato.
Ella cerró su libro y miró a David con sus ojos de
color turquesa.
-Te llamabas David ¿Verdad?
Él asintió.
-¿A ti también te gusta este lugar? – Preguntó ella de
nuevo.
-Sí, siempre que vengo del instituto paso por aquí y me
quedo un rato.
-Yo lo descubrí anoche, estaba buscando un buen sitio
para leer, porque en mi casa hay demasiado silencio, di un paseo por el pueblo
y al final terminé aquí. Es perfecto.
-Siempre estás leyendo.
-Sí, es… una forma de alejarme de la tediosa realidad,
cada vez que abro un libro, me sumerjo en él, olvido que soy de este mundo y
paso como a formar parte del mundo del libro… hay tantas historias bonitas y
emocionantes en los libros. A veces me dan envidia los personajes de las
historias, viven aventuras emocionantes mientras yo estoy aquí, aburriéndome y
lo único que puedo hacer es abrir un libro e imaginarme que soy uno de ellos.
-Vaya – Es lo único que pudo decir David después de
aquella explicación.
-Nunca pasa nada emocionante aquí, todos los días lo
mismo, el instituto, deberes, comes, duermes y otra vez a empezar… y cuando te
haces adulto es peor todavía.
Hubo un rato de silencio, los dos se quedaron mirando
las montañas. Finalmente, David miró a Alice.
-Oye, ¿No te molesta que en el instituto todos hablen y
se rían de ti? Por tu estilo de ropa, me refiero.
-No. Yo me pongo lo que me gusta, no lo que los demás
vean normal, es aburrido llevar siempre el mismo estilo ¿No te parece? Además,
seguro que muchas personas no se han aburrido estos días gracias a mí, así
tienen algo de lo que hablar y reírse.
David miró su reloj.
-Vaya, voy a tener que irme pronto, ¿A ti no te están
esperando tus padres?
-Mis padres no están aquí, vivo sola.
-¿Eh?
- Mis padres se divorciaron hace tiempo, no les
importaba nada que no fuera su trabajo. Mi padre se fue a trabajar a Estados
Unidos y mi madre, a Japón. Como me falta un año para cumplir los dieciocho, me
han dejado vivir sola y yo he decidido venir a vivir aquí. Mi familia tiene
muchas casas por todo el mundo, pero éste es el lugar más tranquilo que hay, ya
que igualmente no va a pasar nada interesante en ninguna otra parte, al menos
aquí puedo leer tranquila.
-Wow, ¡Debe ser genial vivir sola! Puedes hacer lo que
quieras, sin nadie que te regañe ni te diga lo que hay que hacer. Aunque… ¿No
te sientes sola a veces?
- Nunca me ha gustado estar con la gente, prefiero
estar yo sola, pero ahora que lo dices… hay veces que me gustaría charlar un
poco con alguien.
- ¿Y dónde vives?
Alice miró hacia
el pueblo y señaló a las casas más altas.
-En aquella casa grande.
David siguió la dirección de su dedo y vio una casa muy
grande de piedra gris, con algunas enredaderas. Desde allí no se podían
apreciar más detalles, pero David la conocía.
-¿¡Allí!? ¡Es enorme! Aún me acuerdo, cuando estábamos
en sexto curso y todos decían que era una casa fantasma, nadie quería
acercarse. Debe de estar bien vivir allí –Exclamó David y miró su reloj por
segunda vez – Uf, yo me voy ya, o mi madre me echará la bronca.
-¿Quieres venir esta tarde a ver mi casa? – Preguntó
Alice mientras David se levantaba del suelo.
A David le sorprendió la pregunta. Alice parecía un
poco distante y ahora de repente, lo invitaba a su casa. Estuvo a punto de
aceptar, pero se acordó de que había quedado con Judith esa tarde.
-Es que esta tarde he quedado con Judith, la chica que se sienta a tu lado. Lo
siento.
-No importa, ven mañana si quieres.
- Vale – David se agachó y cogió su mochila del suelo,
luego miró a Alice, quien cogía su libro y lo abría delicadamente, con cariño.
Se notaba que disfrutaba con aquello. Luego se dio la vuelta y se fue corriendo
a su casa.
Sus padres no se habían enfadado demasiado, cuando
David llegó a su casa estaban poniendo la mesa, sólo su madre le advirtió con
un <<Haber si no nos entretenemos tanto por ahí ¿Eh?>> y se pusieron
a comer.
Después, llegó la parte que a David menos le gustaba,
hacer los deberes. Subió a su cuarto, cogiendo de camino la mochila que había
soltado en las escaleras al llegar y se puso manos a la obra. No le gustaba
nada hacer aquello, pero era necesario. Lo mejor era que no le costaba mucho
estudiar, para él era sólo una pequeña molestia que había que quitarse de en
medio para seguir con lo suyo. Hasta ahora, había sido el mejor de su clase.
Terminó pronto, pasó por el salón a avisar a sus padres
de que se iba y se encaminó a casa de Judith. Al pasar por el cruce donde se
despedían todos los días él y Judith, miró hacia la calle que casi siempre
cogía, donde estaba el mirador, preguntándose si Alice seguiría allí. Reprimió
el impulso de ir a comprobarlo.
La casa de Judith era pequeña, pero tenía un jardín
bastante grande donde David y ella siempre jugaban de pequeños, tenía las
ventanas y la puerta de color azul y un pequeño porche que cubría la puerta de
entrada. Parecía la casa de un cuento.
Dentro, le esperaba
Judith con un pastel de chocolate recién hecho. Estaba delicioso.
Comieron juntos mientras escuchaban música en el cuarto de Judith, tan bonito
como el resto de la casa. Tenía las paredes pintadas de rosa y el suelo de
madera clara con una gran alfombra mullida en el centro donde siempre se
sentaban frente a la televisión; la cama, de color azul, estaba repleta de
peluches.
-¿Sabes? Mañana no voy a ir al instituto – Comentó
Judith.
-¿Por qué?
-Porque voy al dentista – Contestó ella riendo – Me he
acordado ahora que he pensado en el pastel.
-Ah, pues a mí me ha invitado Alice a su casa.
-¿¡Eh!? ¿¡Alice!? – Judith se sorprendió mucho.
-Sí, me la encontré cuando volvía a mi casa del
instituto y estuvimos hablando.
-¿Qué te dijo?
-Pues, al parecer vive sola, en la “Casa Encantada” ¿Te
acuerdas de esa casa?
-Sí… ten cuidado.
-No creerás todavía en eso ¿Verdad?
-No es eso, es sólo que esa chica… es muy rara y ahora
me dices que vive sola allí… da un poco de yuyu ¿No crees?
-No te preocupes, además, parece una buena persona.
No parecía que a Judith le hiciera mucha gracia lo que
David acababa de decirle.
-Bueno – Dijo Judith levantándose de repente y
recogiendo los platos del pastel ya acabado de la alfombra – Voy a llevar esto
a la cocina, ve encendiendo la Wii ¿Vale?
-Ok.
Estuvieron toda la tarde jugando, dando “espadazos” con
el mando de la consola y riendo a carcajadas.
Casi al anochecer, David se despidió y volvió a su
casa. Fue un día divertido.
me encanta, el dibujo esta chulisimo XD
ResponderEliminarEs genial, espero el tres pronto.
ResponderEliminarMuchas gracias! -^.^- me alegro de que os guste
ResponderEliminarEn cuanto tenga tiempo subo el siguiente capítulo.